Resúmenes de Políticas de ONU Mujeres

Existe un reconocimiento generalizado entre la comunidad internacional acerca de la centralidad del cuidado para el desarrollo sostenible y la igualdad de género. En el documento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”—también conocido como “Agenda 2030”—, los cuidados no remunerados figuran como una de las metas del quinto Objetivo de Desarrollo Sostenible (“Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”), y las y los agentes políticos reconocen cada vez más la importancia crucial de este elemento para el desarrollo sostenible. Dado el consenso generado en torno a la importancia del cuidado —y a su reconocimiento, reducción y redistribución—, el presente documento profundiza en las cuestiones clave que surgen en el ámbito de las políticas acerca de cómo reducir la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, así como en el modo en que podría redistribuirse dicha carga de manera más equitativa entre mujeres y hombres, y entre las familias y el conjunto de la sociedad. Su objetivo es cerrar la brecha entre el consenso emergente sobre la importancia del cuidado y las opciones de políticas (bastante menos claras) dirigidas a respaldar los cuidados corrigiendo la visión de que se trata de un ámbito exclusivamente femenino.

Este resumen sintetiza las conclusiones de las investigaciones, los análisis y las recomendaciones normativas para obtener el triple dividendo que ofrecen los servicios de educación y cuidados en la primera infancia. Estos servicios han pasado a ocupar un lugar muy importante en la agenda política mundial. Algunos países desarrollados llevan mucho tiempo invirtiendo en esta área, aunque un creciente número de países en desarrollo están comenzando a seguir su ejemplo. La mayor parte del trabajo de cuidado infantil recae sobre las mujeres —como cuidadoras no remuneradas, pero también como proveedoras de servicios en centros de enseñanza preescolar y guarderías—, por lo que tienen un enorme interés en esta cuestión. No obstante, sus implicaciones para las mujeres, sea como madres o como trabajadoras dedicadas al cuidado infantil, no quedan suficientemente reflejadas en el trabajo de las organizaciones internacionales ni en las numerosas políticas de ámbito nacional, que tienden a concentrarse principalmente en las niñas y los niños. Las inversiones correctamente diseñadas en servicios de educación y cuidados en la primera infancia pueden ofrecer una elevada rentabilidad económica y social para las familias, las personas y las sociedades en su conjunto, puesto que: a) facilitan la participación de las mujeres en el mercado de trabajo; b) mejoran las capacidades de las niñas y los niños, y c) permiten crear puestos de trabajo decentes en el sector de los cuidados remunerados. Sin embargo, este triple dividendo no se obtiene de forma automática; es necesario integrarlo en el diseño y la prestación de los servicios. Este resumen expone distintos mecanismos para el financiamiento, la prestación y la regulación de los servicios de educación y cuidados en la primera infancia, y pone de relieve una serie de vías prometedoras para la realización del triple dividendo. El documento defiende que la clave reside en servicios de cuidado infantil de alta calidad que ofrezcan disponibilidad y sean asequibles, accesibles y compatibles con las necesidades de los padres y madres que trabajan.

Este resumen sintetiza las conclusiones de las investigaciones, los análisis y las recomendaciones sobre políticas de transformación de los sistemas de pensiones con el fin de reducir las brechas de género y proteger la seguridad de los ingresos de las mujeres en la vejez. El envejecimiento tiene rostro de mujer. Las mujeres no sólo son más longevas que los hombres, sino que además tienen menores probabilidades de disfrutar de seguridad en términos de ingresos y de independencia económica cuando se hacen mayores. Debido a la desventaja económica que sufren durante toda su vida, las mujeres de edad avanzada perciben unos ingresos más bajos y tienen un menor acceso a la tierra, la vivienda y otros recursos que podrían ayudarlas a mantener un nivel de vida adecuado. Además, por lo general los sistemas de pensiones resultan muy desfavorables a las mujeres. En la mayoría de los países, éstas tienen una probabilidad menor que los hombres de recibir una pensión, o bien sus prestaciones son inferiores a las de estos. La raíz de la desventaja que sufren las mujeres en la vejez se encuentra en el sesgo de género del mercado laboral y los patrones en el curso de sus vidas, aunque sus efectos pueden verse agravados o mitigados en función de determinadas características del diseño de los sistemas de pensiones. En este resumen se analizan dichas características con más detalle, mostrando cómo pueden transformarse los sistemas de pensiones para reducir las brechas de género y proteger la seguridad de los ingresos de las mujeres en la vejez.